viernes, 22 de febrero de 2013

El almendro


Rama de un almendro en flor (enero 2013)

Nunca he sido aficionada a la naturaleza. Aunque mi casa esté, o al menos lo estaba antes de la llegada del AVE, rodeada de viñas, pinos centenarios y todo tipo de animales, jamás he amado este ambiente como lo pueden hacer otras personas.


Cuando era pequeña mi padre y yo aprovechábamos nuestro alrededor haciendo comidas cada semana en el patio o incluso en el bancal de la puerta de casa. A la salida del colegio hacíamos cada día una excursión con nuestro perro Pere hasta que se hacía de noche. Y los domingos, cuando venía la familia, íbamos después de comer a coger almendras.

El almendro elegido estaba muy cerca de casa. Íbamos, cogíamos las almendras y en el centro del camino nos sentábamos con ellas. Cogíamos piedras y abríamos las almendras. Era lo que más me gustaba del paseo.

Pero el tiempo pasó y estas prácticas fueron substituidas por los deberes y los amigos. Hasta hace un par de años, ya no recordaba los paseos por el campo. 

Pero desde hace poco, desde que estoy lejos de casa, cada vez que voy acompaño a mi padre a pasear a Quim. Siempre pasamos por delante del almendro, pero ahora está seco. Ya no da almendras pero si preciosas flores rosas. 


Claudia B.

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